“Tengo un niño de 4 años. Ha dormido conmigo siempre en la misma habitación. La psicóloga me pidió que comenzara a trabajar pasarse a otra habitación, para que empiece a dormir solo. Le cuesta mucho, no quiere estar ahí solito y siento dudas. ¿Qué hago?”
Los humanos hemos dormido juntos y en tribu, como todos los mamíferos, por milenios principalmente por confort y seguridad. Dormir en habitaciones separadas es algo bastante contemporáneo (era victoriana). Si a un bebé o niño pequeño de la época de las cavernas lo ponían a dormir solo en otra cueva se lo comía un animal en menos de lo que canta un gallo. Y sucede que aunque actualmente no tenemos las mismas amenazas que en la prehistoria, estamos genéticamente diseñados para dormir cerca de nuestras figuras de apego porque dependemos de ellas, porque los bebés humanos son muy vulnerables e incluso los niños más mayores también lo son. Por estos motivos, es absolutamente normal que una criatura quiera dormir cerca de su mamá/papá o se sienta más segura al compartir la habitación con alguien. Por otra parte, a los 3-4 anos, según la AEP, un 5% de los niños suelen padecer de terrores nocturnos (pág. 182). Además, las pesadillas en los infantes son muy comunes (entre el 10 y el 50% de los niños de tres a cinco años, pág. 184) y a una criatura que tiene pesadillas o trastornos del sueño seguramente le dará más seguridad despertarse cerca de sus padres que lejos y a oscuras.
¿Y entonces por qué insisten tanto para que los bebés y preescolares duerman solitos?
Aunque hemos evolucionado muchísimo en términos de infraestructura, tecnología y demás, nuestra genética y características físicas siguen siendo muy similares a la de los homos sapiens del paleolítico superior que habitaron la tierra hace 10.000 años, por lo que seguimos siendo igual de dependientes que nuestros antepasados de la edad de piedra. Pero sucede que en el inconsciente colectivo occidental la dependencia se ve como una debilidad y la independencia como una virtud, por eso se exige a los peques desde muy chiquitos poder calmarse solitos, dormir solitos, jugar solitos, hacer todo solitos porque dependencia es sinónimo de éxito. Entran en conflicto una creencia errónea (dormir solo= independiente) con una realidad biológica que no es lo suficientemente conocida.
Para poder ser más autónomos de adultos tenemos que ser dependientes de niños y esa dependencia física y afectiva debe ser cubierta y no ignorada, esto ha sido demostrado en diversos estudios científicos sobre teoría del apego. Por su parte, Levine y Heller describen la paradoja de la dependencia desde la ciencia detrás de la teoría del apego demostrando la importancia de satisfacer la necesidad de dependencia en la infancia: “Cuanto más dependientes sean las personas unas de otras, más independientes y autónomas se volverán”.
Los seres humanos tenemos necesidades como el amor y la conexión con otros. Los vínculos afectivos y la cercanía nos han ayudado a sobrevivir como especie, incluso los neandertals es cuidaban de sus discapacitados, lo que comprueba y refuerza el hecho de que para los humanos cubrir la dependencia de los más vulnerables es una forma de sobrevivir.
Si la evidencia científica, la historia de la humanidad y el sentido común nos dejan claro la importancia de que los peques duerman cerca de sus padres y sean atendidos cuando sienten miedo: ¿Por qué nos seguimos empeñando en sostener que para que sean dependientes deben sufrir en soledad?
Esas dudas que sientes se llaman instinto, tu vocecita interna síguela y dale tiempo.
Como dice Thích Nhất Hạnh, “intersomos”.
Msc. Ana Acosta Rodríguez, @mamaminimalista (IG, Tiktok y Facebook)
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