Se pueden tapar bocas sin hablar
Se pueden tapar bocas sin agredir
Se pueden tapar bocas sin egos
Mi hijo, el “embracilado”, el “malcriado”, el “diablillo”, el que “no iba a tener amigos porque no sabía compartir”, el “llorón”, el “mal portado”, el que “vive pegado a la teta”, el que no fue a la guardería y así “no aprendería a socializar”, el que estaba en el rebozo el día entero y de esta forma “nunca iba a aprender a caminar”.
Mi hijo (hoy de cuatro años y medio)es amoroso, sociable, compasivo, independiente, comparte, espera su turno, habla con adultos y con niños que no conoce. Mi hijo el “embracilado” resuelve sus conflictos con fases como “tus palabras me han lastimado” o “mis juguetes me pertenecen, no tienes derecho a sacármelos con fuerza”. Mi niño es alegre, feliz y hasta místico.
Como padres fuimos a contracorrientes, nadamos en dulce de leche, escuchamos tantas críticas, tantos adjetivos, tantos consejos no pedidos y que por momentos me llenaron de dudas. Pero persistí aún caminando a ciegas porque mi guía era nada menos que mi instinto ancestral.
Y hoy nadie me dice nada, nadie me dice: “te lo dije”. NADIE.
Se pueden tapar bocas sin hablar. No dejes que los opinologos te hagan dudar de que el respeto, la tolerancia o el amor incondicional pueden generar inadaptados sociales porque hasta la fecha no he conocido ni a uno solo que provenga de una familia como la nuestra.
La crianza respetuosa y consciente es mi manera de cambiar el mundo.
Autora: Ana Acosta Rodríguez,
Instagram: @mamaminimalista